viernes, 10 de junio de 2011

Relato N1 de nuestro concurso de relatos

Relato n1 de nuestro concurso, dale tu puntación!!

Hot jazz bar

Hot Jazz Bar
A Bukowski
Al tipo lo encuentran tirado en el suelo del local, junto al cartel de neón que hay al final de la barra, agarrado postmortem a los posos de un Bloody Mary y dibujando con los labios la estúpida sonrisa que se les queda a los finados recientes cuando acaban de marcharse para el otro barrio. Los relojes de la ciudad, que no te pregunten cuál, marcan puntuales el inicio de esa hora densa en que los últimos clientes sobrios se largan hacia sus cuchitriles en un llanto de congoja. A alguien se le ocurre la genial idea de brindar por la memoria de aquel pobre diablo y todos, sin excepción, celebráis la iniciativa dándoos a la bebida. A tu espalda sientes los aullidos de una rubia flipada que, según dijo, vende su cuerpo por veinte euros. El barman te sirve otra copa a cuenta de la casa y sonríe un buen rato antes de decir que nunca antes había visto, refiriéndose al tipo del suelo, un cadáver tan sediento. En el fondo del bar, cuatro músicos negros que van ya para grises al cabo de los años, atacan sus instrumentos con menos acierto que pasión. Alguien debería advertir al combo que no es muy apropiado andar tocando Bird of Paradise con un cadáver en el local, pero desistes de hacerlo. Te gusta el tema y pides una nueva ronda para todo el mundo. Además, justo en ese momento recuerdas que en Nueva Orleáns hacen música, la mejor música, en los funerales y brindas por aquel pájaro del paraíso que cambia de color bajo vuestros pies. Don’t try, ¿eh, camarero? ¿Qué le serviste a este pobre diablo? ¿Un bloodymary? ... : silencio. Pasa un ángel por el bar. Habrá sido un dipsómano con alas, el barman se limita a secar el mismo vaso y a mirarte con cara de pocos amigos. A eso de las cinco y media el tipo del suelo comienza a transformarse. Su rostro se vuelve verde y sus dedos se quedan agarrotados, eh, camarero, creo que aquí te piden una copa, celebran todos tu gracia de borracho. Estás sembrado. Llevas dos en una noche. Tendrás que empezar a cerrar el pico. Todos ríen menos el camarero, que decide llamar al depósito para que vengan a limpiar su bar de fiambres, vuelve a sonar el matasuegras de la mesa de al lado y estalla la risa de una mecanógrafa que culmina así las comidas de empresa, desternillándose como una hiena. Va siguiendo con su dedo índice el ritmo desafinado de la música y sus compañeras de sección fingen alegría, sobriedad, pero se nota a la legua que están ciegas de Bloody Mary,
la sangre es dulce, se confiesan hoy las mecanógrafas, tanto que al principio sabe bien. Pero luego, te hartas, no entiendo nada de nada. A estas alturas, desde mi asiento el espectáculo es desolador. Un cocinero enciende las velas de una tarta de cumpleaños. Súbitamente, sin previo aviso, golpea en mi rostro el rizo azul de una calada que, como las salamandras, trepa hasta el techo. Acaba por desvanecerse.
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