sábado, 11 de junio de 2011

Relato N2 de nuestro concurso de relatos

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Último brindis
(o el beso de la muerte)

Volvió a mirarse al espejo. Cada mañana al despertar había una grieta nueva que esconder. Cogió los polvos y se dio una capa de base por toda la cara, especialmente en la nariz, donde ocultó los incipientes poros propios de la tez. Después sacó el lápiz de ojos y pintó una línea recta, inmóvil, perfecta con una frialdad y un pulso matemáticos. De los surcos que se habían formado en su cara, fruto de tantos vaivenes de lágrimas y desilusiones, se deshizo con un virtuoso movimiento de muñeca. Después cogió el pintalabios y envolvió su boca con un denso y brillante carmín que realzaba escuetamente sus delgados labios, disimulando la profundidad de las arrugas que asomaban por encima ellos. La melena suelta, vestida de peluquería, dejaba ver la raíz de aquellas canas, que ni el tiempo, ni la química podían ya engañar.
Las sábanas todavía alborotadas rezumaban sudor y saliva. Unos cuantos billetes reposaban sobre la mesilla de noche. Y las persianas bajadas, como únicas testigos, se resistían a abrir los párpados. Aquel individuo de manos heladas, le había prohibido subirlas. Escuchó el portazo mientras se encontraba todavía en el baño, completando su ritual diario. Junto al dinero, las dos copas de ayer y un sabor, no encontró nada más. La oscuridad, tal vez y mucho frío… Al pasar la punta de su lengua sobre su reseco paladar todavía podía percibir la caricia áspera del vodka y el amaretto, confundidos en la dulzura del peche y la naranja. Recordó aquel toque amargo del limón que se había escurrido de sus comisuras, deslizándose por su cuello, confundiéndose con el rubor de las cerezas… Le preguntó un par de veces, entre susurros, qué mezcla era aquella, pero él no respondió. Su cuerpo se agitaba al paso de ese cóctel de sensaciones, mientras los dedos de aquel extraño, aquellos dedos gélidos, recorrían cada pliegue de su ya desgastada y más que cansada piel…
Se sintió un poco mareada y se dejó caer sobre la tapa del inodoro. Maldita “suite” sin calefacción. Tiritaba. Y ya no le quedaba más maquillaje…

Dicen que al morir lo último que se escucha es un sonido. Y las dos copas chocaron. Chin-chin. Salud.


*El beso de la muerte:

½ VODKA
1/3 AMARETTO
1/3 PECHE
2/3 ZUMO DE NARANJA
EL ZUMO DE UN LIMÓN
SORBETE DE CEREZA DE 3 O 4 CUCHARADAS DE SOPA
AGITARLO BIEN Y SERVIR

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