lunes, 13 de junio de 2011

Relato Nº4: Historias sobre cocteles

Relato Nº4: Historias sobre cocteles
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The Tresor
Aquella mañana aparecía el cadáver de una mujer flotando sobre las turbias aguas del río Hudson. Nadie había movido su trasero de los taburetes del Tresor, sin embargo una pesadumbre agobiaba el local cuando entre por primera vez.

El Tresor es un garito situado a las orillas del Hudson y flanqueado por los dos clubes más de moda de la ciudad, el Diamont, y el Ónice. Yo había quedado con un tipo por tema de negocios y era la primera vez que pisaba aquel club pequeño con vestigios de un fabuloso pasado. Lo que mas me llamo la atención fue ver a los “martelos” de cada familia apostados en las esquinas de la barra tomando copas y sin liar follones. En la sala un grupo de negros tocaba el Check tho check. El humo invadía el espacio y la luz era tenue y agradable. En la esquina de la barra estaba Mery Blue, sin duda la dueña del local, una rubia que en otros tiempos tuvo que destrozar algún corazón, pero que sin embargo parecía que en ese momento se lo hubieran destrozado a ella. Daba voces a Claude Montiprego, un antiguo mafioso retirado ya mucho tiempo de la calle. Su familia había llegado a dominar el oeste de Broklin, pero un día perdió la cabeza por Mery Blue y compro el Tresor. Dicen que llego a ser el garito con la mejor clientela de todo New York, que las colas para entrar llegaban de la cuarta con Brons, que tenia la mejor música de la ciudad. Allí habían actuado gente como Poter David, Percy Sledge, Glend Lloyd, o como Sam Cooke. Lo cierto es que aun tenía buena música, aunque cuando yo aparecí mantenía una discusión con Mery Blue al respecto. La rubia le decía que tenían que economizar, que ya estaba bien de pagar a negros con trompetas para dar de beber a cuatro borrachos. Mery había oído algo sobre música enlatada. Claude sabía del invento, y de que no estaba tan mal, pero se negaba a renunciar a tener música en vivo. Dos días después de aquella conversación, Claude desempaquetaba una impresionante maquina y la colocaba frente al hueco que en su día ocuparan aquellos artistas del Blues, Soul, y jazz que tantos buenos momentos le hicieron pasar.
El Tresor sobrevivía asfixiado por las dos enormes moles que tenia al lado, sin embargo nunca faltaba clientela a la hora que fuese. Allí se daba cita lo mejorcito de cada familia. Y cuando digo esto lo hago en el amplio sentido de la frase. Los Martinelis y los Monielire se daban cita en el local de Claude. No importaba que sus familias fuesen los dueños de los otros dos grandes Clubes, ni tan siquiera que se disparasen continuamente en los callejones del Brons. Allí se sentaban, unos frente a otros y siempre rindiendo pleitesía al único Montiprego que quedaba por allí.
Lo cierto es que el tipo con el que me cite no había aparecido, pero cuando quise darme cuenta estaba frecuentando el Tresor casi a diario. Alquile una habitación cerca de allí, las aguas del río traían un hedor fuerte y a veces desagradable, y eso ayudo a que me pusieran buen precio por aquel cuchitril. Buscaba trabajo en algún periódico, pero no llegaba. Entre tanto fui tirando con algunos ahorrillos y algún que otro trabajillo como el que tenia apalabrado con aquel tipo. Varios días después sabría de la muerte de aquel que nunca apareció a la cita. Tenía deudas de juego y no le dio tiempo a saldarlas antes de encargarme nada. En otro tiempo yo también fui “Martelo”

http://www.hotelvillava.com/salones.html

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