martes, 14 de junio de 2011

Relato Nº5 de nuestro concurso Historias sobre cócteles

Relato Nº5 de nuestro concurso Historias sobre cócteles
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Encuentro inesperado
Parecía salido de la película CÓCTEL de Tom Cruise; ¡Qué manera de agitar la coctelera!, sus movimientos estaban cargados de magia, y para colmo esa sonrisa que me desarmaba entera…, encontré sitio en un rincón estratégico entre la piscina y una generosa palmera para poder contemplarle a mis anchas, en pleno agosto y en la costa alicantina tenía una actividad frenética, se arremolinaban tantas mosconas a su alrededor que me costaba verle ¡me daba una rabia!, ellas con sus cuerpos esculturales y su piel suave y bronceada ¿qué buscaban en él?, les sobraban hombres, yo sin embargo…
Temía ser descubierta, ¡qué vergüenza!, una importante abogada, con un estatus social y profesional impecables, espiando a un simple camarero al que posiblemente le doblaría la edad…, pero me decía: “relájate, has venido sola, estas a unos cientos de kilómetros de tu ambiente diario, aquí nadie te conoce, y para él, para él, está claro, eres invisible, ¿a quién haces daño?, ni siquiera a ti misma, otros se dedican a soñar con personajes de la tele o los libros, ¿qué hay de malo en hacerlo con un joven de carne y hueso?”
Un roce en mi hombro me sacó de mis cavilaciones:
-¡Almudena, qué sorpresa! ¿Qué haces aquí?
-Noté cómo el calor subía a mi rostro, creo que no me ocurría desde mis tiempos en el instituto cuando la de física me pilló copiando, hay que tener en cuenta que yo soy de letras y tenía que aprobar a cualquier precio.
- Armando… -acerté a balbucear-.
Me costó reconocerle dentro de las bermudas floreadas a juego con la camiseta fosforito, unas vistosas chanclas completaban su atuendo. Claro que seguramente a él le ocurrió lo mismo, nuestros encuentros eran casi siempre en un juzgado, con las correspondientes togas como segunda piel.
Transcurrieron unos segundos de denso silencio e inspección descarada, reciproca eso sí, hasta que me decidí a hablar.
-¿Qué hago aquí?, pues supongo que lo mismo que tú, cambiar mi campo de batalla diario por uno de agua, arena, comodidad y relax.
-¿Qué te parece el hotel? La pregunta desde luego era de lo más simple.
Qué podía parecerme aquel hotel de cinco estrellas, en pleno verano, en primera línea de playa, con sus lujosas y confortables habitaciones y su esmerado servicio. No esperó mi respuesta, sin embargo, siguió hablando.
-¿Puedo sentarme?, dijo señalando la silla vacía, a mi lado.
-Claro, le dije intentando ocultar mi incomodidad, después de todo el era un juez y yo aunque era una buena abogada, nunca había tenido más relación que la estrictamente profesional con él, la verdad el escenario en el que nos encontrábamos, me cohibía un poco.
A veces, detrás de sus gafas me pareció sentir que me observaba con demasiado interés, pero nunca estuve segura del todo, en medio de un juicio no se me me hubiera pasado por la cabeza ponerme a coquetear, precisamente con su señoría.
-¿Qué tomas?, se interesó.
A mi lado tenía el vaso semivacío de un refresco.
-¿Te apetece un cóctel?
-Gracias, acerté a decir, lejos de afianzarme cada vez estaba más nerviosa. Armando “el implacable” estaba a mi lado en bermudas, invitándome a un cóctel. Surrealista. Cuando lo cuente en el bufete no se lo cree nadie, -pensé-, lástima de foto…, sería una prueba irrefutable.
-Discúlpame, hay tanto jaleo que me acercaré a la barra a pedirlo… ¿puedo tomarme la libertad de elegir yo?, no te defraudaré, ya verás.
Mientras avanzaba hacia la barra, no pude evitar mirar su trasero…, le puse un 7 de nota, uff, no conseguí desterrar esa costumbre del instituto, siempre estábamos poniendo nota a los tíos.
Me di cuenta que un cosquilleo muy placentero me recorría por dentro. El juez a mi lado, en verano, invitándome a una copa…, si hasta me había olvidado de mi Tom Cruise particular.
Volvió sonriente y relajado con las manos vacías.
-Ya está encargado, enseguida nos los sirven.
Después se interesó por el tiempo que iba a estar en el hotel (que casualidad, se iba el mismo día que yo).
El camarero resultó ser “mi coctelero”, se nos acercó sonriente.
-Un cóctel frutal con un toque de alcohol, especialidad de la casa para la dama.
-Lo mismo, para el caballero.
-Hijo, espero que le hayas cogido el punto y hayas logrado ese regustillo agridulce que le daba tu difunta madre, no vayas a cargarte la tradición familiar.
Mi cara debió cambiar varias veces de color, porque Armando se apresuró a decir:
-Perdona mi descortesía, Toni es mi hijo, en verano trabaja aquí para ganarse unos euros que no le vienen mal para sus gastos en la universidad.
-Bueno, -pensé-, como el hijo es inaccesible tal vez pueda consolarme con el padre…
Probé el cóctel: Perfecto. Como todo lo demás.

http://www.fiestasanfermin.com/

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